De “Una cosa supuestamente divertida que nunca volveré a hacer”.

Ahora mismo es sábado 18 de marzo y estoy sentado en la cafetería extremadamente llena del aeropuerto de Fort Lauderdale, matando las cuatro horas entre el momento en que tuve que bajar del crucero y el momento en que sale mi vuelo a Chicago, tratando de evocar una especie de collage sensual e hipnótico de todo lo que he visto, oído y hecho como resultado del trabajo periodístico que acabo de terminar.

David Foster Wallace